domingo, 13 de enero de 2013

Como viaja la información en la Internet


La Internet no está hecha de aire. A pesar de rodearnos y saturarnos como el éter, la podemos palpar, mapear y fotografiar porque tiene venas, nervios y hasta un corazón palpitante. A diferencia de lo que muchos imaginan, el 95 por ciento de nuestros correos electrónicos, videos en YouTube, chats en Facebook, videoconferencias en Skype, transacciones de Amazon y comunicaciones estatales, militares y financieras no nos llega del más allá por un satélite.

Todo ese tráfico (más el de la telefonía fija y celular) corre a casi la velocidad de la luz por fibras ópticas, hebras del grosor de un cabello, envueltas en siete capas de materiales protectores, que reptan como serpientes submarinas entre todos los continentes, excepto la Antártica.
Por eso, si vaciamos el agua de los océanos, el lecho marino se vería tapizado con más de un millón de kilómetros de cables negros del tamaño de mangueras de bomberos: las arterias de Internet. Corte algunos de esos cables y la señal se apagará en Madrid, Miami o Medellín. (Así es el proceso de un correo eletrónico de Madrid a Bogotá)
El viaje de un correo electrónico entre Europa y Norteamérica toma 0,0030 segundos. Otro tanto de allí a Suramérica. Seguirlo en cámara lenta ilustra la anatomía, los desafíos, la alta tecnología y la vulnerabilidad física del sistema mundial de redes de computadores que rige nuestra existencia.
La travesía transatlántica comienza una mañana en Madrid, cuando, sentada en un café Internet de la Plaza Mayor con servicio inalámbrico gratuito, envío a las oficinas de EL TIEMPO, en Bogotá, un corto texto de unos 50 bits: “¿Ya tenemos las fotos para esta nota?”.
Con un clic, el mensaje desaparece de mi pantalla, vuela hacia una antena en la estación base wi-fi y se precipita bajo tierra hasta el nodo de acceso internacional a la red NAP de las Américas-Madrid, en la calle Yécora, 4. Este edificio de 2.000 metros cuadrados, operado por Terremark y la Comunidad Autónoma de Madrid, es la puerta de enlace del sur europeo con las Américas, el Caribe y el norte de África. Y es una de las razones por las cuales Madrid es la undécima capital mundial de conectividad en la red.
Si el mensaje fuera más largo, superior a los 2.000 bits, sería dividido en ‘paquetes’ para hacer su traslado más eficiente. Al llegar a su destino final, los paquetes se volverán a unir para conformar el mensaje completo. Mi correo electrónico entra a una de seis redes troncales de fibra óptica del NAP. Un sistema de comunicaciones de fibra óptica funciona convirtiendo la señal eléctrica producida en el computador en una señal de luz. Dentro de las hebras de vidrio de 1,5 milímetros, la información es empujada por pulsos continuos de rayos láser, alimentados por una corriente de 10.000 voltios. Al llegar a su destino, la señal óptica es convertida nuevamente en una eléctrica, legible a nuestros ojos.
Mi mensaje desde Madrid viaja entonces hasta Conil de la Frontera, en Cádiz. Pocos saben que la tranquila ciudad blanca representa tan importante punto neurálgico en las telecomunicaciones internacionales. La información llega a la estación del poderoso cable submarino Columbus III, construido por Tyco, Alcatel y Maristel y operado por un consorcio internacional que incluye a Telefónica. El cable repta hasta alguna de las playas de Conil y desaparece bajo las olas sin que nadie sospeche de su existencia.


Fuente: ELTIEMPO


MinistroTIC Colombia ‏@DiegoMolanoVega: Colombia tiene 5 cables submarinos y 4 más están en construcción.

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